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sábado, 13 de noviembre de 2010

LA MARCA DEL TIEMPO Y MI FRUSTRACIÓN DE CABEZA


El reloj “burocero” marcaba exactamente las 3:15 a.m. Tomando el susodicho aparatejo y poniéndolo al derecho, claro, ya que por causas que desconozco pero que parece surgen del ímpetu con que fluye la energía de mi cuerpo, suelo detener los relojes que estén cerca de mí. Uno que otro del resto de la casa se anima a continuar cumpliendo con su labor, que es dar la hora pero solamente si lo coloco al revés (caso específico del que tengo sobre mi buró) o sea con las 12 apuntando hacia el Sur, algo que no deja de extrañarme aunque no más que encabronarme pues cuando olvido esta terrible realidad de mi vida, me saca totalmente de onda el ver desvirtuados los números sobre todo cuando sin poder salir completamente de la modorra no me ubico en dónde estoy, menos tengo coherencia para distinguir bien la hora volteada, y esto me molesta tanto que me provoca un enorme deseo de morder lo primero que encuentre, cosa que me conduce a llevar a cabo de inmediato la práctica de mis ejercicios de respiraciones profundas contando hasta 10, pues si no domino mis ganas, podría repercutir en un sórdido amanecer o en demanda de divorcio por agresividad incontrolada derivada de mi incompatibilidad con los relojes.

Meche roncaba como una bendita, acostada sobre su colchita con su “bebé” pegado en la nariz; es un Tiger de peluche que ella acostumbra pasear por toda la casa después de ingerir su único alimento del día, que lo toma por la noche ¿?. Ese melódico ronquido ubicado a mi izquierda con lapsos de cuatro resuellos y un silencio, me estremecía de repente haciéndome saltar como si en lugar de estar acostada en mi mullido colchón, hubiera estado sobre resistencias que daban shocks eléctricos, pues tuve la feliz ocurrencia de beberme cuatro cubas para ahogar la pena de mi derrota literaria, jugando solitarios en la computadora mientras pensaba en algo qué escribir y que lo único que aportaron a mi estado de ánimo fue el reforzar más mi terco insomnio, ese mismo que llevo pegado a mi piel como una sanguinaria sanguijuela, y un malestar de la jodida como si me hubiera bebido una botella completa.

A mi derecha, el resoplido impertinente y por demás envidiable de el Gordo, que dormía a pata tirante sin pudor alguno, también contribuía a exasperarme pues me zarandeaba desde las uñas de mis congelados pies hasta la punta de mis pocos pelos y por momentos estuve al borde de la locura total. Mi SNC se fue alterando más y más al grado que el canto de los grillos allá afuera, me parecían rechinidos tenebrosos de puertas, de esos de las películas de terror de Blue Demon y Lorena Velázquez o aquellos que en mi no tan lejana niñez, (...) escuchaba en las radionovelas, razón por la que mi piel parecía alfiletero vacío y mi cerebro trompo chillador.

Todo parecía confabular en mi contra para impedir que me acomodara en mi cama en profundo estado de relajación así que me enderecé, tomé mi libreta y me puse a escribir lo primero que se me ocurrió.

Es tan desesperante tener un reloj y una frustración de cabeza, y estar en medio de dos conciertos tan disímiles como el de Meche y los resoplidos de el Gordo quien daba la impresión de andar en un viaje astral muy placentero. Y yo sin poder conciliar el sueño, pagando la culpa por no haber resistido la tentación de beber alcohol, ya que ni siquiera había nada que festejar, ni los goles de Pachuca, menos el triunfo de “Nautilios” en el certamen de: “Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines” que debió ser mío, sólo mío y de nadie más...

María Ayala ©



Abur =)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se llegara, Maria Bonita, porque tienes todo para ganar es solo que no ha sido tu tiempo pero va a llegar y muy pronto, no te desanimes por una derrota tienes mucho con que seguir, te repito. Besos enteros

Esta muy bueno tu articulo, LOL, muy bueno.

RW