Uno se fabrica soles, lunas; naves que cuando menos imaginas dieron la vuelta al mundo en ochenta heridas / gritos desde las grietas del árbol que devoran dientes sin ojos sin manos sin dedos / terminan siendo papiros esperando historias o blasfemias. Brujas que calientan planchas sobre brazas / les dicen que son planchas “quema almas” / adentro les ponen clavos al rojo vivo para luego enterrarlos en las entrañas de quienes ellas llaman “mortales” y dejarlos colgados en los abismos hasta que mueran / atribuyen sabiduría y ostentan amor porque los codician. La ciudad está en calma humedecida / madrugan las horas de un tiempo para dormir… maldición de manos con dedos que parecen gusanos y oscura cabeza con un solo ojo me azotó llevándose mi noche blanca / pero mi Alma permanece intacta.
© María Ayala